Pocos aspectos de los acontecimientos de Fátima han tenido tanta “publicidad” como el que exista entre ellos “un secreto”.
Como la Hermana. Lucía nos dice, no son tres secretos como cree mucha gente, sino tres partes de un mismo secreto. Las dos primeras fueron reveladas cuando ella escribió por petición de su obispo cuatro cartas y se las entregó de 1935 a 1941 (“sus memorias”). La tercera parte, que no había tenido autorización de publicar, fue escrita en una hoja de su libreta durante una enfermedad en 1944, a solicitud también de su obispo José Correia da Silva, y entregada a él, en sobre cerrado. En el sobre escribió: “abrir en 1960 o a mi muerte, lo que suceda primero” (Lucía dice que la Virgen no le dio la fecha, si no que ella pensó que ya para entonces se entendería mejor).
El obispo guardó el sobre cerrado y lo entregó al Vaticano en 1957. Pasó el año 1960, y no hubo declaración alguna al respecto. Antes y después de esta fecha que muchos creían se daría a conocer su contenido, ha habido mucha especulación y —sin fundamento— han circulado supuestos textos con relatos de calamidades y castigos, a pesar de la petición de la Iglesia de que no se desvirtuara la esencia del Mensaje que ya teníamos.
En 1967 año que S.S. Pablo VI visitó Fátima, la Santa Sede hizo la primera comunicación oficial, diciendo que el Papa Juan XXIII había leído la carta y consideró que el mensaje ahí escrito “era para el Papa” y decidió no darlo a conocer, criterio sostenido por S.S. Pablo VI y durante 20 años por S.S. Juan Pablo II, hasta el 13 de mayo del 2000, día en que beatificó a Francisco y Jacinta e informó su decisión de dar a conocer esa parte del secreto, la cual transcribimos a continuación:
Visión del Secreto del Mensaje de Fátima
«J.M.J. Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cova de Iría, Fátima. Escribo en obediencia a Ti, Dios mío, que lo ordenas por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía. Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: «algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él» a un Obispo vestido de Blanco «hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron uno tras otro los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios. Tuy 3/1/1944».
La Hermana.
Lucía estuvo de acuerdo en que se refería sobre todo a la lucha del comunismo ateo contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de las víctimas de la fe en el siglo XX. Todo lo que se dice en el mensaje podía no suceder y no por ello la profecía perdería su sentido: la visión de los pastorcillos es la de la Iglesia mártir, invita a leer los signos de los tiempos para hacernos crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad a través de la penitencia.
El Cardenal Ratzinger nos dice: “¿Qué significa y nos dice en su conjunto el «secreto» de Fátima? Ante todo, afirmamos con el Cardenal Sodano: “En lo que la tercera parte del «secreto» de Fátima se refiere a acontecimientos concretos, estos ya pertenecen al pasado”. Quien esperaba impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia quedará desilusionado. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo que la fe cristiana por lo demás no quiere y no puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo hemos visto de inmediato: la exhortación a la oración como camino para la «salvación de las almas» y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión.
En el Viacrucis de este siglo, la figura del Papa tiene un papel especial. En su fatigoso subir a la montaña que nos narra el secreto, podemos encontrar indicados con seguridad a diversos Papas, que desde Pío X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellos por el camino que lleva a la cruz. El relato también incluye que el Papa es matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del «secreto», reconocer en él su propio destino? Estuvo muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, diciendo que: «una mano materna guió la trayectoria de la bala y elPapa agonizante se paró en el umbral de la muerte». Lo cual muestra una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.
Quisiera volver sobre otra palabra clave del «secreto», que con razón se ha hecho famosa: «mi Corazón Inmaculado triunfará». ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este «sí» Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad que tiende hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: «padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).
El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.