Pontevedra

El 10 de diciembre de 1925, siendo Lucía postulante con las Hermanas Doroteas, se encontraba en su celda del convento de Pontevedra, España, cuando la Santísima Virgen, tal como lo anunció en la aparición del 13 de julio “vendré a pedir la Comunión reparadora de los Primeros Sábados”, se le aparece y a su lado, como suspendido en una nube, el Niño Jesús. La Santísima Virgen puso su mano en el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su Corazón rodeado de espinas. Al mismo tiempo, el Niño Jesús dijo:

–Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre lacerado por las espinas que los hombres ingratos le clavan sin cesar, sin que alguien haga un acto de reparación para arrancárselas.

En seguida dijo la Santísima Virgen:

–Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas que los hombres ingratos le clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme, y di a todos, que aquellos que, durante cinco meses consecutivos, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos meditando en los misterios del rosario, con la intención de desagraviarme, yo les prometo asistirles en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para su salvación.