Mientras los tres niños eran favorecidos con diversas apariciones, la multitud contempló un espectáculo estupendo, jamás visto.
Cesó la lluvia, y las nubes negras desde la mañana, se disiparon. El sol apareció en el cenit como un disco de plata que podían mirar los ojos sin deslumbrarse. Alrededor del disco mate se distingue una brillante corona. De pronto, parece que el sol se pone a temblar, a sacudirse con bruscos movimientos, y, finalmente, da vueltas sobre sí como una rueda de fuego, proyectando en todas direcciones unos haces de luz cuyo color cambia muchas veces. El firmamento, la tierra, los árboles, las rocas, el grupo de videntes y la inmensa multitud aparecen sucesivamente como teñidos de amarillo, verde, rojo, azul, morado… ¡Y ésto durante dos o tres minutos! El astro del día parece detenerse unos instantes, luego vuelve a emprender su danza de luz de una manera aún más resplandeciente. Parece detenerse de nuevo para volver a comenzar una tercera vez, más variado, más colorido, más brillante aún. ¡La multitud, extática, inmóvil, conteniendo la respiración.¡Setenta mil personas contemplan el milagro…!
En un mismo instante, todos cuantos forman esta multitud, todos, sin excepción, tienen la sensación de que el sol se desprende del firmamento y, a pequeños saltos, a derecha y a izquierda, parece precipitarse sobre ellos, irradiando un calor cada vez más intenso. Un clamor formidable sale de todos los pechos: “¡Milagro, Milagro!” “¡Creo en Dios!” “¡Dios mío, misericordia!”
La multitud está ahora arrodillada en el barro… Entonces el sol, deteniéndose súbitamente en su vertiginosa caída, remonta otra vez, zigzagueando, tal como había bajado, y poco a poco vuelve a tomar su normal esplendor en medio de un cielo límpido. La muchedumbre, después de haberse levantado, reza en coro el Credo.
La “danza del sol” (como la llamó la gente) duró aproximadamente unos diez minutos y fue vista no sólo por las personas que se encontraban en Cova de Iría, (creyentes, incrédulos, campesinos, ciudadanos, hombres de ciencia, periodistas e incluso librepensadores), sino también por personas que se encontraban a varios kilómetros y que ignoraban lo que sucedía en la Cova de Iría. Al terminar, todos advirtieron que sus vestidos, completamente calados por la lluvia unos minutos antes y además manchados de barro, estaban completamente secos.
¡Un milagro anunciado, con fecha y hora, meses antes!